Invierno en dos tonos
Hubo un invierno que nunca olvidaré: el primero después de que se fue mi abuela. Fue un invierno raro, más frío de lo normal para mí, en el que utilicé sólo dos jerseys a diario: uno negro y uno crudo. No eran ni parecidos, pero juntos formaban todo mi armario. Con ellos estudié, salí, lloré…
No usaba otros colores; no podía. El negro era para los días en los que todo pesaba un poco más. El crudo era para cuando me sentía un poco más animada y necesitaba un respiro de luz.
Entre los dos me hicieron compañía cuando yo necesitaba calma, me sentía acogida envuelta por ellos. Se convirtieron en los colores de una etapa completa de mi vida.
A veces pienso que ese invierno me sostuvo en dos colores: la calma y la sombra, la fragilidad y la fuerza. Cada uno tenía su momento, su día, su emoción.
Siempre he creído que cada invierno tiene su propio tono. Y ese tuvo dos.